dimarts, 2 de novembre del 2010

Historia Universal de la Infamia

Historia universal de la infamia es una colección de historias cortas escritas por Jorge Luis Borges, publicada por primera vez en 1935, y revisada por el autor en 1954. La mayoría fueron publicados por separado en el Diario Crítica entre 1933 y 1934. Las historias (salvo Hombre de la esquina rosada) son reales. Las fuentes se enumeran al final del libro. Existen dos traducciones al inglés, la primera de 1972 y la segunda de 1999 (además de una edición completa, publicada como libro independiente en 2004). Borges se mostró renuente a autorizar una traducción. En su prefacio a la edición de 1954, Borges se distanció un poco del libro, que puso como ejemplo barroco, cuando el arte exhibe y dilapida sus recursos, escribió que son el irresponsable juego de un tímido que no se animó a escribir cuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar (sin justificación estética alguna vez) ajenas historias. En las narraciones hay muchas alteraciones arbitrarias, sobre todo en las fechas y nombres, y no pueden ser denominadas como históricas. Todos los relatos están basados en crímenes reales. (Wikipedia.org.)



Infame Aplicación Histórica de las Relaciones Públicas: DILLON CINEMA

LA CAUSA REMOTA

Texas ha llegado a ver seis banderas ondeando sobre su tierra: la flor de lis francesa, los estandartes de España, México, la República de Texas, los Estados Unidos de América y los Estados Confederados de América. Alvar Núñez Cabeza De Vaca fue el primer europeo en pisar suelo tejano. Exploró el suroriente norteamericano en el año 1527, acompañado de su esclavo Estebanico.

Ellos dos fueron los únicos supervivientes de la expedición jerezana de trescientos tres hombres, que comandada por el capitán Pánfilo de Narváez, naufragó antes de avistar tierra. Cabeza De Vaca tomó contacto con la comunidad indígena de los Hasinai, ubicada cerca del río Neches, quienes usaban la expresión – tejas! – para designar a los enemigos. La misión de San Francisco de los Tejas partió del muelle de Cádiz en 1537 con el cometido de elevar el nivel de mansedumbre de los Hasinai. Los monjes franciscanos bautizaron al territorio que ocupaban los indios con el vocablo nativo más escuchado, escribiendo la «j» con «x» gaditana. Trescientos años después, el virrey de Nueva España dio permiso para que Moisés Austin, junto con doscientas familias de colonos, se establecieran en Texas a condición de que introdujeran ilegalmente esclavos negros, utilizados por el hijo de Moisés, Esteban Austin, para declarar la Independencia de Texas el 2 de marzo de 1836. En diciembre de 1845 se incorpora a los Estados Unidos; tras la guerra de Secesión, Texas fue sometida a la ley marcial, relegada a la condición de tierra infértil. Un inmenso llano polvoriento y seco disputado por su posición estratégica. Hasta que llegó el petróleo. Los ingenieros del gobierno estadounidense dijeron que el caluroso estado dividido por Río Grande era una mina de oro negro, y como si la misma fiebre por el dorado metal se adueñara de los nuevos colonos, miles de caravanas partieron hacia el sur.

LA CARAVANA

La jornada comenzaba con el sonido de los rifles de los centinelas. Se apagaban las hogueras que habían alumbrado, y protegido de los depredadores, el círculo de carretas durante la noche. Se uncían los bueyes, recogían las tiendas y hacían sonar la corneta que indicaba el comienzo del camino. A la pradera sucedían los bosques de álamos, los terrenos escarpados que ponían a prueba la solidez de los ejes de los carromatos. Las mujeres y los niños caminaban a ambos lados de la carretera, contorneando el cuerpo de la caravana. Los hombres a caballo eran los encargados de vigilar que no se alejaran los animales, aunque más de uno se escapaba de las labores de patrulla tras las huellas de búfalos o antílopes. Si la suerte estaba de parte del cazador, era homenajeado durante el festín de la cena. Los colonos se reunían en grupo, en los instantes de descanso o antes de dormir, para hablar de sus planes y sueños al final del Gran Viaje.

EL LUGAR

En el condado de Hopkins, una pequeña localidad a orillas del Missisipi, Dillon, se dedicó por entero a la extracción. El Padre de las Aguas fue el espectador de la laboriosidad de los nuevos colonos. Los trabajadores del petróleo eran el corazón de Dillon. La ciudad había crecido en torno a la extracción del negro fuel y una estela de humo oscuro cubría permanentemente el cielo en la lejanía, hacia el norte. Cada noche, provenientes de esa dirección, regresaban al pueblo miles de peones, sucios, como una manifestación de sombras, impregnados de aquel combustible por el que cruzaron decenas de estados.

EL HOMBRE

El carácter de buscavidas de Mark Midnight le había llevado hasta Nueva Orleans, donde se encontraba cómodo entre toda aquella maraña de ruidos, músicas, colores y luz. Acreditó falsamente la profesión de licenciado y gracias al préstamo de algunos ilusos montó un pequeño despacho a dos calles de StoryVille. Su existencia no podía ser mejor, por el día ganaba algún dinero falseando pleitos y cada noche lo gastaba en un local distinto. Se sentía vivo. Pronto sus deudas hicieron que su nombre apareciese en la boca de personas de dudosa reputación y comprendió que tenía que salir de allí.

GO WEST!

Mark Midnight alcanzó una de las caravanas que emigraba hacia Texas y se unió a ellos, ganándose rápidamente la confianza de sus gentes ayudando aquí y allá: una rueda que se ha atascado, una madre que necesita agua para su bebé… el viaje se hizo corto y pronto se establecieron en Dillon. Aquello era muy diferente a Nueva Orleans. Por lo pronto sólo gozaban de una cantina de la que Mark se hizo asiduo desplumando a las cartas al que quisiera jugar. Del dinero de las apuestas y algún pequeño trabajo en la construcción logró pagar el alquiler de una pequeña oficina en la calle principal. Hacía las veces de despacho, dormitorio, y casa de juegos clandestina. En Texas hace calor, no el calor húmedo de Luisiana, un calor seco y duro que te nubla las ideas. Sus días pasaban refugiado en las pocas sombras que encontraba y negociando algún que otro asunto legal. Por lo demás, Dillon nunca presentaba novedad, hasta que llegó Mr. Riggs.

MR. RIGGS

Anunció su próxima presencia con días de antelación y mucho boato. Era un triunfador, un chico de las calles de Nueva York convertido en el propietario de la cadena de salas de cine más extensa del país. El dueño de los sueños en pantalla grande. Parecía un cazador de elefantes, si es que tienen la pinta que creía Mark, con aquel sombrero de vaquero, el espléndido bigotazo y las enormes botas. Subido sobre el tablado predijo a viva voz las ventajas que acarrearía el nuevo cine a la pequeña ciudad. Las obras empezaron ese mismo día y seis semanas después el Dillon Cinema brillaba justo enfrente de la oficina de Mark Midnight.

DILLON CINEMA

No funcionó. Tras el alboroto inicial la sala permanecía vacía. Los asientos de forro rojo impecables, el proyector frío, y aquel enorme rectángulo de tela en blanco. A los ciudadanos de Dillon no les interesaba el cine. No importaba la película que estrenaran, las luces alrededor del ostentoso cartel, o las exhibiciones públicas del millonario vaquero, no se vendían entradas. Una tarde, Mark estaba sentado cómodamente en su silla, enfrascado en la ardua tarea de encestar cartas en el cenicero, cuando llamaron a su puerta. De cerca Mr. Riggs no resultaba tan pomposo, más bien pequeño detrás de aquel enorme bigote. Había oído hablar de sus habilidades y buscaba a alguien desenvuelto y conocedor de lo que Dillon quería. Mark supuso que encajaba en la descripción y aceptó el encargo. Que el genio de los negocios precisara de su ayuda le provocaba una gratificante sensación de poder.

EL MÉTODO

Mark Midnight únicamente se planteó que haría falta para que él acudiese al Dillon Cinema. Las acciones surgieron de forma natural. Tenía buena relación con una mujer que frecuentaba la cantina, Rita, conocida por sus atributos y su buen hacer, y la contrató como taquillera ganándome al público adolescente. Llegó a un acuerdo con los comercios locales, que se comprometieron a regalar entradas por compras superiores a una cantidad determinada. Sabía que a las mujeres les encantaba conseguir este tipo de ofertas, adquirir cosas gratuitas las reafirmaba como dueñas del hogar. Del mismo modo, Mark se personificó en la puerta del colegio con veinte kilogramos de palomitas de maíz, que posteriormente repartió en pequeños cucuruchos con el slogan de la marca al dorso: Palomitas Riggs. Un sabor de cine. Los niños entendieron que si querían volver a saborear el gusto crujiente del maíz frito, tendrían que acudir al Dillon Cinema.
Restaba lo más complicado, convencer al sector masculino y obrero de la ciudad. Llegado este momento intervino la suerte. 17 de Junio de 1935, estreno de la última película de Larson Selles, Pozo de Ambición, una historia de amor, venganza y redención en torno a una petrolera. Aquella noche Mark Midnight entregó cien invitaciones del estreno al capataz para que las repartiera a quien juzgara conveniente. Fue un rotundo éxito. A partir de entonces Dillon Cinema llenó en cada estreno, y asistir a las últimas películas se convirtió en una de las rutinas sociales de la pequeña ciudad. Mr. Riggs recompensó a Mark ampliamente, poniéndolo a la dirección de la sala. Luego se marchó con mucha más discreción que con la que había llegado.

EL MISTERIOSO, LÓGICO FIN

Allí siguió, refugiándose del sol en un despacho más grande. En el exterior soplaba una leve brisa que levantaba arenilla y arrastraba bolas de polvo. Era una hora muerta. Mark Midnight escuchaba a la ciudad entera crujir como si fuese a arder.

Había llegado el momento de alcanzar otra caravana.

Néstor Gándara

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